Desde mi más tierna infancia me aficioné a las películas de kung fu, tal vez por la influencia que ejerció en nuestra generación Bruce Lee. En aquella época no había gimnasios de artes marciales, por lo menos en los pueblos pequeños, todavía no se había producido el aluvión que a posteriori se produjo con el advenimiento de nuevos gimnasios. Entrenaba duramente en el ático que tenían mis padres. Todo lo que hacia era imitar las poses que había visto en las películas, y los movimientos que veía en escasas revistas especializadas que llegaban a mis manos (era muy difícil conseguirlas). Mi sueño infantil hubiera sido poder tener un maestro que me enseñase cualquier disciplina, aunque fuese la más simple. Pero el tiempo corría, y cuando pasé de la veintena tuve la ocasión de ver mi sueño cumplido. En mi pueblo pusieron el primer gimnasio de artes marciales, en este caso era de Tae Kwondo !Dios mío! !Qué ilusión me hizo!. Me sentí muy feliz cuando se inauguró, y lo primero que hice fue inscribirme. !Por fin veía mi sueño cumplido!
Ahora con el paso de los años veo aquella época con mucha nostalgia y guardo de la misma un gran cariño. A veces cuando estoy triste, mi mente vaga en el tiempo retrotrayéndome a esa época, pues son tantos recuerdos. Me acuerdo de mis compañeros, en este caso amigos, cuando íbamos a correr unos 5 km antes del entrenamiento y los combates que hacíamos. Toda esta serie de acontecimientos forjaron mucho mi personalidad, creando en mí una constancia en el cumplimiento de mis objetivos, así como una pérdida de la agresividad natural con la que nacemos, y que gracias a las artes marciales conseguimos canalizar.
Hoy veo a mi hijo, que entrena Jiu Jitsu, y lo veo feliz. Se ha convertido esta arte marcial en su centro de atención. Cuando lo veo entrenar, lo veo realizado y yo me siento feliz, pues él ha podido ver cumplido el sueño que yo anhelaba en mi juventud. Le he visto mejorar mucho los estudios y concentrarse en ellos, pues adolecía de tal condición. todo ello gracias al deporte que realiza.
Quiero dar las gracias a todos los que, como mi hijo entrenan duramente y no se amilanan ante las circunstancias adversas. El deporte es de las maravillas más grandes que hay en la vida, pues llega a transformar a los hombres, haciéndolos mejores. Y para terminar quiero añadir una cita de Juvenal de una de sus sátiras: "Mens sana corpore sano".
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